Había una vez…

Cammino di Santiago, colle del Perdon - Foto di Bruna Bonino

Camino de Santiago, colle del Perdon – Foto Bruna Bonino

RAFAEL FAUQUIE

Había una vez…

Nuestro tiempo individual deja oír sus ecos en las voces que escogemos escuchar o decir. ¿Cuándo comienza nuestro tiempo? ¿Cuándo empezamos a ser realmente nosotros, a conocer el mundo y a reconocernos dentro de él? Podemos evocar sus inicios a la manera de esas historias que comienzan con la fórmula “Había una vez…” Y, así, los recuerdos con que evocamos nuestra historia comenzarían de la misma manera: “Había una vez…” con los puntos suspensivos abriendo las puertas a cualquier argumento.
Había una vez… las voces con que empecé a nombrar el mundo y a nombrarme dentro de él; voces como ésas con las que empiezan tantas preguntas infantiles: ¿qué es esto? ¿qué quiere decir aquello? ¿Por qué sí? ¿Por qué no?…
Había una vez… las voces que empecé a leer y que leo. Me entretienen, me abstraen, me informan. Descubro en ellas experiencias que me cautivan y enriquecen. Pueden llegar a apasionarme, aunque quizá no las perciba mías ni cercanas a mi universo.
Había una vez… las voces que comencé a escribir y escribo: adheridas a mi propia historia; ecos, instrumentos, respuestas, propósitos, gestos, finalidad… Se relacionan con mi mundo, pero también con texturas y acentos descubiertos en las páginas de algunos libros irremplazables.

Aprender…

Aprender: de la experiencia, de las circunstancias, de los otros… Aprender a satisfacer una curiosidad que tenga sentido, que nos resulte útil. Aprender a recoger los aprendizajes que evoca nuestra memoria y reconocer como esencial sentido de ésta el ayudarnos a conservar recuerdos destinados a acompañar nuestra existencia.
Aprender a predecirnos; a seguir el camino de nuestras preguntas tratando de entender el significado de cualquier posible respuesta.
Aprender a rescatarnos de las dificultades; a buscar eso nuevo que aguarda por nosotros.
Aprender la sabiduría y la prudencia.
Aprender el valor de las palabras y el significado de cuantas voces nos conciernan.
Aprender a confiar en nuestras miradas, en nuestras perspectivas, en nuestras revelaciones. La genuina comprensión, intensa, luminosa, epifánica rara vez nos engaña.
Aprender a percibir la armonía que existe a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos.
Aprender a confiar en ciertos signos que nosotros mismos hemos creado. Signos que nos acompañan y susurran que podemos continuar la marcha de acuerdo a eso que hemos decidido ser o hemos aprendido a ser. Apoyarnos en ellos para afirmar nuestras opciones de vida; y reconocer en su virtualidad un eslabón de esa cadena que es nuestro camino.
Aprender a no desconcertarnos por la desvanecedora fuerza de lo imprevisto, a intuir un sentido para el acaso y una lógica para el impredecible después.
Aprender a diseñar un centro que sea espacio destinado a convertirse en límite esencial.
Aprender a no considerarnos nunca un ejemplo para otros.
Aprender a desconfiar de palabras como triunfo absoluto, logro definitivo, perfección, éxito…
Aprender en medio del tiento, de la mesura, del lento vislumbre de la oportunidad al alcance de nuestra mano.
Aprender por entre la suma de contradicciones y paradojas que no cesan de rodearnos.
Aprender una razón que dé cabida a los sueños y a las convicciones.
Aprender a entretejer una personal comunicación con el mundo.
Aprender a ver más lejos o de maneras diferentes, a intuir respuestas en la convicción de que todo saber está relacionado con la experiencia y que hay razones en la elusividad de algunas respuestas.
Aprender que el tiempo es un contradictorio enigma, pero que el presente se apoya en el pasado e impregna necesariamente ese futuro que nos resta.
Aprender que hay sentido en la espera, en la paciencia, en la cautela.
Aprender que es preciso conquistar el signo ético y la humanidad que avalen nuestras verdades más intensas.
Aprender a apostar por nuestros sueños.
Aprender a aceptar la diversidad, la contradicción, la compleja realidad que nos humaniza.
Aprender a entender la vida bajo el significado de una independencia necesaria; se trata de sentir que nuestro camino es nuestra hechura, que nos debemos a nuestras convicciones y verdades, que nos compromete ese lugar y ese tiempo que hemos conquistado.
Aprender a no temer a nuestra libertad; acaso una de las mayores esclavitudes del ser humano sea el miedo a la propia libertad.
Aprender una sabiduría que dé sentido a lo esencial.
Aprender a explicarnos junto a nuestra explicación del mundo.
Aprender a construir esas voces que son las nuestras; y, de ellas, aprender el sentido de la oportunidad y la exactitud.
Aprender, también, el necesario y justo valor silencio; aprender a callar a la vez que vamos aprendiendo a decir.
Mi libertad, mi fuerza, mi independencia, mi dignidad… Consecuencias, todas, de ciertos aprendizajes centrales.

Yo, en la Bolívar

Nació en Caracas, en 1954. Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello (1977). Postgrado en Sociología de la Literatura en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Paris (1979). Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela (1984).

Entre 1979 y 1985, Director de los seminarios de literatura venezolana en la Universidad Católica Andrés Bello. Desde 1980, profesor del Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Simón Bolívar, institución de la que es Profesor Titular y en donde ejerció entre 1989 y 1993 el cargo de Director de Extensión Universitaria y Director de las publicaciones universitarias.

Ha publicado los siguientes libros: Espacio disperso, Caracas, Academia Nacional de la Historia, col. El Libro Menor, 1983; Rómulo Gallegos: la realidad, la ficción, el símbolo, Caracas, Academia Nacional de la Historia, col. Estudios, Monografías, Ensayos, 1985; De la sombra el verso (poesía), Caracas, Epsilon Libros, 1985; El silencio, el ruido, la memoria, Caracas, ed. Alfadil, col. Trópicos, 1991 (Premio CONAC de Ensayo, “Mariano Picón Salas”, 1992); La voz en el espejo, Caracas, ed. Alfadil, col. Trópicos, 1993; La mirada, la palabra, Caracas, Academia Nacional de la Historia, col. El libro Menor, 1994; Espiral de tiempo, Caracas, Fundarte-Equinoccio, 1996; Arrogante último esplendor, Caracas, Equinoccio, 1998, Puentes y voces, Caracas, ed. Sentido, 1999; El azar de las lecturas, Caracas, ed. Galac, 2001; Caín y el laberinto, Caracas, ed. Comala, 2003; Testimonios, espejismos y desconciertos, Caracas, ed. Comala, 2007, El juego de la palabra, Caracas, ed. Monte Ávila, 2011.