Cuentos

Mari

JORGE ETCHEVERRY

Mari
Te escapas para luego aparecer en el ángulo de alguna esquina insospechada, cuando íbamos a comprar el diario que todavía leemos en versión impresa cuando nos tomamos un café. Nunca tuve tu número. Después, hace poco, me lo diste, pero ya no hay teléfonos públicos y todos menos yo andan con celulares. Si me paro a ver algo en algún escaparate creo verte que miras por encima del hombro. Me doy vuelta. Ya no estás. O era otra persona, a veces ni siquiera una mujer
No te escondas para vivir en ese cerro ni en ningún otro. Sale aunque sea sólo por la noche para peinarte la cabellera, para alumbrarlo todo con tus ojos de esmeralda. No te ostentarás en escudos, yelmos ni tapices. Tus damas de compañía iluminarán innúmeras noches con sus cuerpos ardiendo
Inasible te urdes en torno a tí misma como una trenza rapunceliana, como una doble cadena cromosómica, cuyas hélices abarcan los tiempos verbales pasados y futuros de esa lengua enrevesada que a estas alturas ya no me será dado aprender ni menos ejercitar en los trabajos y los días
Otros nombres más nuevos, otras consejas te darán otro rostro y te inscribirán en las estelas. Hijas tuyas que a lo mejor te ignoran. No así yo que te presiento. En estas ciudades de ahora creo incluso verte.

***

Cuerpo y mañana
El cuerpo se desglosa en longitudes, anfractuosidades, superficies, pelos y agujeros que mirados con calma parecen tener vida propia. Los años nos enseñan—si tenemos el tiempo libre para considerarlo desnudo, de arriba abajo—a su examen minucioso—yo siempre lo hago temprano en la mañana. Por la ventana me llega la luz del sol, si tengo los visillos corridos. Ella lleva en su seno esa ola de ruidos de todo el mundo que se despierta conmigo—otra vez desde el ocio una parte del cuerpo, la de detrás de los ojos—me susurra que quizás esta mañana sí va a haber sorpresas desagradables. Afuera cantan los gallos—o me parece o es la memoria. Así nos levantaremos digo, para celebrar el sol, esta mañana y muchas. “Ojalá” me susurra una lengua detrás de la lengua.
Quizás por cuánto tiempo nos preguntamos implícita o explícitamente como tantos antes o después de nosotros, ya sea mirando fijo cuando inmersos en la labores del sustento, ya sea sumidos en la meditación filosófica, ya sea de manera implícita.

(Foto Bruna Bonino)

Poetas del mundo, Jorge Etcheverry, Cile