Huella Estampida, Obra poética 2012-1980 de Omar Castillo

caratula huella

Se publicó en Medellín, por Ambrosía Editores, en su colección Ciudad escrita, el libro: Huella estampida, obra poética 2012-1980 del poeta Omar Castillo. En el libro, edición impresa de 1.000 ejemplares, se reúne la obra poética publicada por el autor en más de 30 años de intensa creación. Y, como nos dice Óscar Castro García en la nota de contracarátula:

“Omar Castillo ha dedicado gran parte de su vida a la poesía. Puede afirmarse que ésta es su documento de identidad.

Es la suya una poesía de la oquedad, de las cavernas, de las ciudades, y de los orígenes de la humanidad, del fuego y de la palabra misma. Es el canto que busca el momento inicial, cósmico, mítico.

Otros asuntos también recorren la poesía de Omar Castillo: la ciudad con su tráfago, sus especies, sus delirios, sus encantos. El hombre en ella, como un extraño, títere en un laberinto de puentes, calles, edificios y soledades, anonimatos y encuentros fugaces. La soledad es el precio de la ciudad. El viaje, el modo de ser. El comercio, el mayor delito. El caos, el hábitat. Y, por encima, hay quienes algún lucro sacan del desorden, de la violencia, del consumo y de la miseria. Quedan algunos refugios: el mundo interior, el encuentro erótico, la infancia, el bar, la poesía, y la eterna lucha entre la permanencia y la fugacidad, la rutina y la eternidad, lo efímero y el recuerdo, el enigma y su desciframiento.

Y en el recuerdo cobran vida también estos poemas entrañables, las pocas grandes obras de quienes ya partieron, los amores sencillos y esplendorosos con que los dioses nos premiaron en la tierra, la compañía de los amigos, los paisajes de nuestra geografía, los rostros de la gente anónima, algunas calles, ciertos momentos en parques o tabernas, los amaneceres, los atardeceres lluviosos o calurosos… Y, de nuevo, esta poesía de Omar Castillo, que acentúa siempre el sabor agridulce de la vida, el mismo que advertimos con inquietud cada que despertamos, o en nuestro más profundo sueño”.

Óscar Castro García

(Fragmentos tomados de su ensayo: Omar Castillo: Una vida, un oficio y un poema.)

A continuación ofrecemos el texto de presentación con el que se abre el libro, escrito por el director editorial de Ambrosía Editores:

Carlos Alberto Álvarez Muñetón
PRESENTACIÓN

Este texto sale de una mirada sobre algunos de los poemas de Omar Castillo reunidos en Huella estampida, obra poética 2012-1980. Y desde ahí, desde esa escritura leída quieren compartir con el lector la emoción que despiertan en mí.

Omar Castillo es la palabra disuelta que rezuma nuevos vigores y resemantiza conceptos ya manidos, ya vueltos frases de cajón, como:

y no todo lo que brilla se hace realidad
sobre una valla que arenga la costumbre,
como tampoco es verdad que no hay
nada nuevo bajo una lámpara o el sol

Él nos devuelve a la tradición, pero con la clara intención de romper con ella, y de decirnos que hay otra manera de ver y de decir aquello que el tiempo ha conservado en teoría y práctica.

Cada línea de Omar Castillo es bisturí que rasga, es decir, corta y destruye los esquemas psicosociales, rasga las costumbres y la piel de las “criaturas hospedadas en las vallas / consumiendo el eslogan de sus días y noches”. Su poesía, que obliga a una nueva lectura tanto en la forma como en el contenido, requiere un lector pausado y cuidadoso, e intertextual, capaz de captar y copar la música y los sentidos que colman su decir.

En cada poema suyo las actualizaciones y las contextualizaciones aparecen, parecen, fáciles: “tanto va el botón al ojal / hasta que se rompe la camisa”. Sabemos que ya hemos escuchado eso o algo parecido en otro momento, y, sin embargo, nos toca quedarnos allí un momento, para dilucidar sus nuevos significados.

La poesía de Omar Castillo no es azarosa. Es la visión vuelta pensamiento, es la transmutación a la que obliga, a la que lleva, una observación penetrante y lúcida del diario vivir, del común acontecer que es: “no sumiso, no entregado a la costumbre”. Siempre atento.

Omar Castillo, como el viento en su poesía: “in daga el vi en to las perforaciones”, los resquicios, los lugares comunes que se nos pasan por alto. Su mirada es daga penetrante, sutil, oportuna, actualizadora.

Con Omar Castillo nos damos cuenta que estamos: “óptimos para el consumo laboral”, que caminamos por esta ciudad y por la vida como autómatas, como si contáramos los pasos y siempre preguntándonos: “¿Será que algún día será el siguiente?” La búsqueda rutinaria del pan de cada día no se detiene y la poesía de Omar Castillo nos muestra que lo hace a pasos dantescos: “trabaja para trabaja para trabaja para”, y no se para, y nos separa, ¡y no!, separa.

Ciegos continuamos la marcha, seguimos el juego que muele segundos, minutos, horas, días, meses, años, sueños, vidas, y aunque Omar Castillo retorne a ese otro juego de la infancia para preguntarnos: “¿Es verdad que tú te quieres salir / es verdad que tú te quieres salir de aquí?”, nada detiene esta máquina despiadada: ni los vivos ni los muertos, que pasan con pena y con gloria, ¿Gloria?, al inevitable lugar de encuentro, de encierro, de condena. Algunos no queremos dejar la vida, pero sí su malestar.

Escapar no es fácil: “Quisiera cerrar esta ventana pero la ciudad /ociosamente me reclama y vomita”. Nos envuelven necesidades que no son tales y vanos e inútiles espejismos nos arrastran por el deterioro del sin sentido, dejándonos llenos de ambiciones hueras, sin un por qué ni un para qué.

Omar Castillo sabe que en el retorno al origen está la esencia; y que la palabra primera es a la vez reveladora y encubridora del ser: “porque al fin, una palabra no es propiedad y, / lo es tanto”. A veces uno lamenta que no le hubieran alertado sobre la conciencia y los riesgos de las palabras, de su poder evocador y creador, de las implicaciones de su uso o no; y para colmo de lucidez, llega Omar Castillo con su estilete y nos ajusta, nos pasa la cuenta:

cuando se ha pagado el costo de la educación
impartida como una marca candente en la palabra primera
que memorizamos,
palabra que va creciendo en obediencia y que es visible
en nuestra piel, sin importar cuantas
prendas llevemos encima;
Palabra que nos sacrifica en la conversación,
cuando penetra con sus significados hasta la empuñadura
del habla
y hace posible la cicatriz del sentido o su ausencia

Y en otro de sus poemas nos dice: “Inclusive las palabras con que nos pronunciamos, nos exigen hacer saber de quién son propiedad y fuente”.

Es doloroso sentirse como uno de: “los pollos dando vueltas en el asador”, presa confusa y difusa: rutino-rodante. Incluso los poderosos: “cumplen su rol / de pollitos en el asador de los acontecimientos, desde donde entonan pío pío pío, / pidiendo de la masa el maíz y el cuido”, nadie se escapa, todos estamos atrapados en la misma máquina, en el mismo espacio tiempo, con más o con menos.

De allí que, con versos sacados de algunos de sus poemas, nos diga: “Juego una frase, cambio una frase, de todos / modos me sobran y me faltan frases”; “¿Quién de estos caminos conserva la primera imagen? / ¿Qué huidizos pasos nos dejan quedamente en el aire fisuras de adiós? / ¿Cómo saber si las moras arrojadas pudieron haber sido más saboreadas por mí?”, vemos como el exceso y la escasez nos afectan por igual: decirlo o hacerlo todo, decirlo o hacerlo a medias o no hacer, o callar. Luego la reflexión: “Que conste, no existen palabras soeces, / y en el caldo del habla los gritos, los quejidos / o las bellas formas se cuecen por igual”, claro, clarísimo, pero después de leerlo la vida es una sola, con sus variantes: “La totalidad en el fragmento / dios va dios viene / ¿quién lo tiene?”.

Y sigue el poeta con sus palabras auscultando los filos de la realidad:

Aquella noche pensaba
(digo, era un taladro en mi cuerpo),
Que todo no es más que una erizada
tarántula en la inmensa mano del tiempo,
Ajena a nuestros intentos y sufrimientos.

Auscultando márgenes del tiempo establecido como una huella sumisa:

Se alejan cruzando ventanas
que ningún viento reintegra
 
la mano de las cosas da
su insinuación final
 
vieja flauta que el viento desecha
arruga en la frente del hombre
 
se alejan cruzando ventanas
 
los años.

Y este otro intertexto que nos trae de manera exquisita a Heráclito: “No se imprime en el mismo sitio dos veces la huella”; y para un cierre perfecto: “No siempre los cabos están atados o sueltos como es usual, como es normal”.

Y en medio de todo el escenario de la vida, aparecen los juegos de la infancia sonando como una canción que no termina: “Sana que sana culito de rana / si no sana hoy sanará mañana”; “Una cabrita ética pelética peluda tuvo tres hijitos / éticos peléticos peludos, verdad que sí, verdad que no”; “Cuando marucha se fue a darle vuelta al yucal / me dijo que eran pa’ mí todas las que iba arrancar // oye marucha dame conejo yo te lo cojo y ahí te lo dejo”; “Es verdad que tú te quieres salir de aquí”, sí, de allí, de la infancia, también nos quisimos salir, porque no siempre fue placentera, como sucede con la vida.

La poesía de Omar Castillo también es un curso de lectura intensivo y a profundidad: “La memoria en cualquier instante / Revienta y nos deja leer”, si tenemos los sentidos abiertos:

Olores a comidas
Avisos fijados en las paredes
Buzones de correo
Señales de tráfico
Bolsas de basura
Escombros todos hacen señas e indican
Un sentido o su ausencia

El poeta no deja escapar ningún instante, todos le dicen, y él nos lo transmite:

Ella lleva el café a las mesas
acompañado por un vaso de agua,
mientras, los usuarios aglutinan
primeras frases que, en la mañana,
acomodan y desacomodan la realidad,
el principio o el fin de la existencia,
y otros catan silencio;
 
los poetas suelen ostentar el misterio,
los intersticios del asombro,
ella solo lleva el café a las mesas.

En sus poemas también hay tiempo para la sátira:

Por aquella época el mundo
se encontraba sumido
en la más aberrante de sus mañanas;
 
Es cuando Europa y Estados Unidos
deciden tecnificar su repartición
colonial,
momento en el que incrementan
y amparan las normas
para los derechos humanos;
 
Es así como establecen un primer
un segundo y un tercer mundo;
 
Desde entonces todos somos felices.

Y tiempo para la resistencia:

Y es propia nuestra región natal
No podrán hacernos daño;
Sólo poseen la fuerza;
No podrán dañarnos;
Sólo consumen la pulpa
No a la semilla
De la cual poco o nada saben;
No podrán hacernos
Con sus luces Nada distinto
Aun se esfuercen a una explosión
O sus ecos;
Lo único que pueden es matarnos;
Y eso no significa;
Un cuerpo se desintegra
En el universo
Y no es de dios su esfinge
 
No les será posible
Es nuestra región natal.

Y tiempo para el afecto:

He sido amado
He vivido instantes suficientes
Para contrarrestar las malas pasadas
 
He sido amado
Las imágenes que moviliza
Mi vida son testimonio de ello
 
He sido amado
Hoja de la cual el viento es simple azar
Y el árbol circunstancia
 
He sido amado
Avenida infranqueable
Raptada por el sol mediodía
 
Astilla incrustada al ojo
He sido amado
Y viceversa.

Y para finalizar, nada mejor que la mordacidad de estos versos tomados de su poema Not in service:

Señor, le habrán hecho notar
Que para los trajines de hoy
Los versos son innecesarios

Algunos se lo tomarán muy en serio, pero les aclaro que no solo son necesarios sino indispensables. Los versos de Omar Castillo tocan la vida entera y ayudan a que nos volvamos más sensibles: más humanos. De ahí que cuando lo nombro poeta hiperestésico no pretenda otra cosa que recordar la sensibilidad excesiva y dolorosa desde donde es creada toda poesía.

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